Ayer se
vivió una gran tensión en la mayoría de los hogares españoles, ya que Masterchef
ha ido poco a poco ganando adeptos a lo largo de estos tres meses, declarándose
como el programa de entretenimiento más visto y solamente superado por
Eurovision. Sea porque no alargaban las galas hasta el infinito o por su
capacidad de retransmitir los triunfos y cagadas segundo a segundo, ha
conseguido captar a un gran público, consiguiendo que hasta aquellos a los que no
les gustaba la cocina, se hayan enganchado como los que más y hayan terminado
disfrutando con este talent show.
Desde
el minuto cero, dos eran los finalistas que pasaban por la mente de todos los
teleespectadores, sintiéndolo por Fabián porque nadie daba un duro por él,
hasta que Eva Micaela tuvo el drama de
la fécula, que ella como es bióloga pues sabe mucho del tema, y claro, en la
primera prueba de eliminación en la que competían por ver quién era capaz de
hacer la mejor caldereta de pescado que probarían familiares y excompañeros, a
ésta se le quemó un poquito, y algo se debía notar pues hasta sus padres
dijeron que “le notaban cierto punto de sabor a pegado”.
Pero
sin saber muy bien por qué el jurado decidió que Bizcochito, por no ser capaz
de canalizar los nervios y que como es joven aún le queda mucho por aprender o
algo así, no debía pasar a la final. Y aquí llegamos a uno de los momentos
clave del programa en que Eva González le regala los últimos trodomésticoh de
su patrocinadó para seguir cosinando.
Pasábamos
la primera hora de programa, sin nada más que destacar que el momento en que
Maribel decide dejar las cosas claras mientras esperan la comida que preparan
sus compañeros. Por ello, la de Benicarló altanera y muy dispuesta, decide sacar
la mierda a relucir y termina creando una confrontación entre todos los
concursantes y José David, demostrando una vez más por qué se ha ganado ese
puesto de attention whore en el programa.
Llegábamos
al duelo final, la batalla titánica entre Eva y Juan Manuel, en la que tenían
que sorprender realizando un entrante, un plato principal y un postre en 120
minutos. Pero cuál es la sorpresa, Ferrán Adrià, uno de los mejores cocineros
del mundo, probaría y juzgaría sus platos, y además fue el encargado de
entregar el premio al primer Masterchef España. Un carpaccio de vieiras, unas ostras
con crema de almendras, un bacalao con
pimientos, unas carrilleras con cuscús, un tartar de fresas con tempura de pétalos
de rosa y un bizcocho de chocolate y naranja después. El prestigioso chef, nos
dejó lindezas propias de su castellano deconstruido como “pograma” y “haiga”
además de consejos y críticas a los concursantes recitadas en arameo o en una
lengua que ya podían haber subtitulado, porque apenas se le entendía. Del resto
del jurado poco hay que destacar, aparte de la continua obsesión de Samantha
por el emplatado, la visión grotesca de Pepe, “el cavernícola”, masticando y el
continuo peloteo a Adrià, como unos groupies cualquieras.
Por último,
el jurado dando gala de lo bondadosos que estaban y queriendo crear un momento
emotivo fácil, intercambiaron puestos con los concursantes elevándoles a la
categoría de chefs. Tras este momento declararon el nombre del ganador: Juan
Manuel, quien recibiría el premio del programa: el curso Grandiplón (como dice
nuestra amiga Eva González), el dinero y la oportunidad de escribir un libro
propio de recetas. Pero el momento álgido de la final, llegó cuando Ferrán Adrià,
tras la fiesta del confetti dorado, y antes de entregar el premio al ganador,
decidió, por cuenta propia, entregarle un papelito a Eva, cuál fue su sorpresa y
su cara cuadro que al enseñárselo no era más que un esquema con cuadraditos de
colorines del que el chef se sentía bastante orgulloso. Nosotros no sabemos muy
bien qué habríamos elegido, si el dinero o el esquema de colores.
En
definitiva, un reality que para la mayoría no prometía mucho desde el
principio, se ha coronado como uno de los mejores programas de lo que llevamos
del 2013. Ahora habrá que esperar y ver los estragos causados por el programa
en la red social culinaria por excelencia, Instagram.
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